Encierros, asambleas, fútbol y Torrelodones. El edificio de la educación pública se cae.


Ayer Tomás y yo estuvimos en la Assemblea comarcal unitària retallades en el IES Victoria Kent de Elche. Allí nos reunimos algunos profesores, representantes de los 6 sindicatos que están defendiendo la escuela pública, miembros del grupo Escola pública ya (que nació a partir del 15M), padres de alumnos y una representante de los alumnos (creo que del Sindicato de Estudiantes Independiente). Dicho así parece que fuimos muchos: pero éramos cuatro gatos. En un momento dado llegaron padres que se unieron a la asamblea, empezaba a parecer que éramos más los interesados en el tema. Pero duraron poco tiempo, porque pronto los movieron a otra sala para hacer el encierro. ¿Qué sentido tiene? Ninguno. Los padres son la clave de la supervivencia del sistema público, sin su interés, sin que estén enterados de lo que ocurre, sin su participación en la aportación de propuestas y en la acción para el cambio no conseguiremos nada.

Necesitamos utilizar todo nuestro potencial. Nuestro neocortex, la capacidad de razonar. Y nuestro sistema límbico: el cerebro mamífero, el de borrego. Si colaboramos no será necesario utilizar el reptiliano…

En esta asamblea me informé de las acciones que se van a llevar a cabo, acciones que creo que no ayudarán a mantener el sistema público: seguir haciendo manifestaciones, más de lo mismo. No es que esté de más, pero resultados: pocos.

Una asamblea es un lugar para compartir ideas, para generar propuestas, para llegar a conclusiones comunes de un grupo de personas sobre un tema. Una asamblea comarcal unitaria debería ser importante para la comarca. En mi opinión no lo estamos consiguiendo. Las asambleas no están funcionando porque no se implica toda la comunidad y porque no utilizamos los medios que necesitamos para conseguirlo.

Mañana sábado en Gandía habrá una reunión para hablar sobre los interinos, y elegirán a una coordinadora del profesorado interino: se plantea la disgregación de la comunidad educativa en distintas reuniones para promover cambios. ¿Cuántos funcionarios de carrera habrán allí? ¿Cuántos padres se enterarán de las condiciones en las que trabajamos? ¿Sensibilizaremos a quién? ¿Qué cambiaremos?…

Necesitamos organizarnos, tomar las riendas

La comunidad educativa del sistema público de la Comunidad Valenciana somos todos: los padres, alumnos y profesores de la escuela pública. Es muy grande, varios millones de personas. Sin embargo, no es más grande que la población de Finlandia, y todos conocemos su revolución. Hoy en día el lugar en el que se llega a más gente no es en reuniones puntuales, sino en la red.

Los sindicatos hacen un gran trabajo, pero siguen teniendo webs 1.0: portales en los que informan y prestan ayuda. Todavía no han organizado entre todos una red social para la comunidad educativa pública, pero no tenemos porqué esperar a que ellos la monten. Treinta personas pueden reunirse en una asamblea, pero no varios millones de personas. Necesitamos una red social potente, como Internet en el Aula de ning, o cualquier otra en la que todos -padres, alumnos y profesores- podamos participar por igual. Una red en la que todos podamos abrir un grupo de discusión, un foro, hacer webinars, etc. Una red para organizarnos, para debatir, para tratar temas importantes, para tener voz y voto. Una red para dirigir el cambio en la escuela pública.

Necesitamos ser buenos en nuestro trabajo, tanto como dar a conocer que lo somos.

Necesitamos ser conscientes de la importancia que tiene dar a conocer nuestro trabajo en la sociedad, abrir la escuela, que toda la comunidad educativa participe en ella. Necesitamos que toda la comunidad educativa sepa en qué condiciones estamos, que conozca desde dentro qué cambios necesitamos para poder hacer bien nuestro trabajo.  Necesitamos la empatía de la sociedad para tener una educación pública de calidad.

No basta con contarles a los padres nuestros problemas, deben participar en el cambio. Necesitamos que los padres de nuestros alumnos conozcan la realidad a la que se enfrentan sus hijos, qué alternativas hay. Muchos padres lo que ven es que sólo nos movilizamos por nuestros recortes, por nuestra situación personal. ¿Cómo pretendemos que empaticen con nosotros, si ni siquiera conocen nuestra realidad? Muchos docentes pretenden que los padres nos intuyan, por ciencia infusa. Los docentes no hemos aprendido a valorar la importancia que tiene saber darse a conocer, ni la importancia de la colaboración. Los docentes somos hijos de nuestro propio sistema: un sistema que premia el individualismo y la mediocridad. Con aprobar una oposición (en la que la máxima es la competencia), con aprobar exámenes escritos en nuestra formación, hemos podido acceder al puesto de profesor en una escuela pública. Por suerte contamos con personas muy competentes, responsables, que creen en el sistema público. Pero son personas excepcionales, y como tales no son la norma, porque en nuestro día a día, los profesores de la pública no hemos necesitado demostrar nada. Sin embargo, las empresas están formadas por personas que tuvieron que salir del sistema educativo, y conocen perfectamente que con ser bueno en tu trabajo no basta para que la sociedad te reconozca. Siendo bueno no te comes un colín, necesitas que los demás sepan que lo eres para poder sobrevivir. Necesitas crecer, cambiar continuamente.

El edificio de la educación pública se cae

Pensar en resolver la educación pública sin contar con los padres, es mal parchear nuestra habitación en un edificio que se nos cae encima. Pero quizá necesitemos ser aplastados por el sistema para reaccionar. Quizá el edificio ya no pueda ser reparado, quizá los cimientos ya no aguantan más. Quizá nosotros no tengamos agallas para hacer la reforma que necesita nuestro sistema educativo, y el edificio se acabe cayendo. En realidad, lo único que cambiará será nuestro sufrimiento, nuestra forma de vivir el cambio: como víctimas o como protagonistas. El cambio vendrá, igual que explotó la burbuja financiera y la inmobiliaria, explotará la burbuja en la que muchos docentes se han mantenidos inertes a la sociedad y al cambio.

No sé si mi hija podrá estudiar en la pública, ni si nosotros querremos llevarla. Siempre he defendido los sistemas públicos, comunes, del pueblo para el pueblo. Por eso quise opositar, por eso merecía la pena acumular puntos como interina, por eso me daba pena plantearme la concertada/privada como opción: tanto como docente, como para mi hija como madre. Pero ya no es así, ya no me da pena. Entiendo que ni la justicia ni la felicidad la encuentras en un modelo, sino en unos valores. Los modelos no tienen el monopolio de los valores.

Prefiero trabajar en una escuela tipo cooperativa en la que pueda desarrollarme profesionalmente, antes que en una escuela pública en la que la mayoría de mis compañeros no tenga, ni necesite tener, capacidad de trabajo en equipo. Ni tampoco quiero formar parte de ninguna élite. No quiero que lo bueno sea accesible sólo para quienes puedan pagarlo. Y no quiero una escuela pública sea como sea: quiero una escuela de calidad y accesible a todos, sea como sea. Y creo que es lo que quiere la mayor parte de la sociedad española.

Yo estudié en la pública, pero también en la concertada. En la asamblea de ayer incluso se propuso que, como la caída de la pública se hace a favor de la concertada, podríamos atacar a la concertada. En cuanto se dijo se estableció como propuesta, sin discutirlo. Este no es el camino. Es cierto que sería beneficioso para el sistema dar a conocer los fallos de la concertada para que la sociedad se plantee dónde quiere invertir su dinero, pero como respuesta, porque no es un camino para que los padres queramos llevar a nuestros hijos a la pública. Como profesora tampoco me gusta la idea. En la concertada también hay educación de calidad, lo digo a pesar de la mala experiencia que yo misma tuve como profesora en una escuela religiosa concertada. Hay compañeros que creen en una educación justa, compañeros que han montado su propia cooperativa para poder dar una educación de calidad, que defienden una filosofía y sólo pueden materializarla desde la concertada, porque en la pública no encuentran esa posibilidad. Compañeros que en sus centros se reúnen con compañeros de otros departamentos para discutir cómo van a llevar a cabo proyectos interdisciplinares, compañeros que se reúnen con los padres mucho más que lo hacen los docentes de la pública. ¿Se merecen el ataque de sus compañeros de la pública? Ellos no tuvieron que pasar una oposición, pero no lo olvidemos, no pueden relajarse día a día. Ni todos los docentes de la pública hacen bien su trabajo, ni todos los de la concertada. Esa es la realidad. Desde mi punto de vista, todos somos compañeros de la comunidad educativa. Cuando voy a jornadas educativas encuentro a muchos compañeros de concertadas y privadas entusiasmados con su profesión. Jamás me movería contra ellos.

Los sistemas que conocíamos hasta ahora están cayendo. El comunista se ha tenido que reinventar para salir a flote. China es comunista, pero tuvo que reinventarse para ser la primera potencia mundial. Cuba ya está permitiendo que su gente sea «cuentapropista» para permitir el desarrollo. El capitalismo se ha mantenido hasta la agonía, crisis tras crisis. Los países que hemos tenido mejor calidad de vida somos los que hemos disfrutado de un sistema dual: un sistema público y privado en educación, sanidad y justicia. Los países capitalistas querían libertad, los comunistas igualdad: en el fondo, todas las personas necesitamos respeto, derechos humanos.

Si nuestro sistema no puede mantener a la mayor parte de la población en condiciones dignas, hay dos opciones: acabar con el sistema o permitir que el sistema acabe con nosotros. Sin embargo, es difícil resignarse con algo malo cuando uno ya ha vivido en la abundancia. No creo que permitamos que España se convierta en un país de analfabetos, como no creo que permitamos que cualquier persona en España se quede sin atención médica por no tener dinero. Creo que en los años de prosperidad hemos aprendido qué significa ser respetados por el sistema, y querremos mantener nuestra dignidad en vacas flacas.

Pero nuestro sistema actual ya no puede más. La política está en manos de los banqueros y de los mercados, y por lo tanto la dirección que tome nuestra sociedad dependerá de si seguimos dejando las decisiones importantes en manos de otros, o tomamos las riendas, con lo que ello supone. Torrelodones es un buen ejemplo. Los países que están saliendo a flote han tenido que cambiar de modo de vida, han tenido que reinventarse: ha ocurrido en Finlandia, en Cuba, …da igual el país y el modelo. Si hay que tener una vida más humilde, ser más responsables y colaborar más con la comunidad para que el nuevo sistema sea sostenible por nuestra sociedad (y por la insignificante esfera azul que nos mantiene vivos, que con el capitalismo tanto hemos castigado), ¿estaremos dispuestos a dar el paso?

¿Qué pasará con la pública? De momento ayer la asamblea estaba programada para dos horas, y éramos cuatro gatos. Cuando acabamos la sala se llenó de jóvenes y profesores que querían ver el partido de fútbol y que se quejaban por nuestra tardanza en salir de allí. Necesitamos contar con nuestro cerebro límbico, el de borrego, el que nos mueve en masa, antes de que sea demasiado tarde y se dispare el reptiliano. Puede que necesitemos algún líder que movilice el cambio, si existiera seguramente sería algún padre/madre, porque los profesores de la pública no sabemos cooperar y somos tan populares como los controladores aéreos.

Lo que nos ha permitido sobrevivir como especie y avanzar como sociedad es nuestra capacidad para cooperar. Espero que sepamos utilizarla para que el péndulo de la historia no nos lance demasiado lejos de la sociedad en la que vivimos.

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