Leyendo un artículo muy interesante publicado ayer en El País, titulado: Schank: «El ‘e-learning‘ actual es la misma basura, pero en diferente sitio», no he podido evitar plantearme cómo debería ser la escuela, ahora.
En mi experiencia como profesora he aprendido que muchas de las escuelas de hoy, por desgracia, siguen siendo como las de hace 50 años. Los profesores de hoy fuimos los alumnos de ayer. Pero la evolución es necesaria. Debemos ser capaces de mejorar la raza si no queremos extinguirla. Nuestros alumnos viven en una sociedad distinta en la que crecimos nosotros o nuestros profesores, y no podemos encadenarles a pasar por donde nosotros pasamos, o privarles de los conocimientos y habilidades que van a necesitar para manejarse en la sociedad actual.
Roger Schank (a quien hace un par de años Punset entrevistó en Redes) es un experto en los procesos de aprendizaje y en inteligencia artifical, por lo que se puede permitir dar respuestas como esta:
P. ¿Entonces, no necesitamos escuelas?
R. Por supuesto que no y deberían ser eliminadas. Las escuelas están controladas por los gobiernos, que no se preocupan de que salga de ellas gente inteligente. Todo lo contrario: quieren gente simple que no se haga muchas preguntas ni complique las cosas.
Si compartiera su opinión, si de verdad creyera que de alguna manera los gobiernos intentan que seamos personas ignorantes (por toda la lógica que se le pueda encontrar a la argumentación de Schank), entonces «apaga y vámonos». No habría que eliminar a las escuelas, sino a los gobiernos directamente.
Yo quiero creer en la política, y por lo tanto no tengo más remedio que querer creer en los políticos. La democracia es la base de nuestra «sociedad del bienestar». Quizá la forma en la que la democracia se lleve a cabo dentro de 50 años sea diferente a la actual, pero me cuesta imaginar un mundo sin la figura de responsables políticos. De modo que, aceptando que la democracia es algo bueno, y entendiendo que la escuela que tendrán mis hijos no debería ser igual que la que tuvo mi madre, hay dos opciones: eliminar la escuela o cambairla.
Schank recomienda directamente eliminar las escuelas. Schank piensa que hay demasiado por cambiar, como explica en Engines for Education , no sólo hay que cambiar el «cómo» sino también el «qué»: vaya, todo. En su fundación, él mismo propone un currículo que cuanto menos resulta muy interesante, the Story-Centered Curricula.
Hay personas que no escolarizan a sus hijos y ellos mismos se ocupan de su educación. En España de momento no es posible, algunas familias reclaman el derecho de poder encargarse de la educación de sus hijos , y otros defienden que la escuela es necesaria y consideran que la escuela aporta socialización. Pero de lo que no cabe duda es del derecho que tendrán las familias que no puedan ocuparse de la educación de sus hijos, y por tanto de la necesidad de que existan escuelas.
Ahora bien, qué escuelas queremos tener como tutores, como alumnos y como profesores.
Como profesora, yo personalmente me negaría a trabajar en un centro que no me permitiera enseñar, y me obligara a «obligar a aprender». En realidad ya me he negado, pues fue el principal motivo por el que renuncié a mi último trabajo. Mi función se limitaba a «vomitar temario» sin poder atender a las necesidades de mis alumnos, ni hacer actividades colaborativas más elaboradas, para que los alumnos experimentaran, debatieran, reflexionaran,… todo esto explícitamente se me prohibió, sólo debía dar temario y ceñirme al libro de texto. No habían objetivos, sino contenidos y procedimientos. Ni hablar en términos de capacidades, claro.
Si los alumnos no se enteran es porque no han estudiado suficiente, y no se puede perder tiempo explicando, hay cosas que se dan por sabidas porque hay que dar el temario.
Nada de actividades colaborativas. Trabajo de pizarra y punto. El primer día con todas estas instrucciones por sorpresa me desilusioné, y pensé que me resultaría muy aburrido tener que ceñirme a los libros, que ya los había leído en navidades y como suele ocurrir con los libros de texto, no contenían todo lo que se podía enseñar y aprender.
Lo que más me inquietó fue que, ya el primer día, me dijera la jefa de estudios que no debía preocuparme si la mayoría de los alumnos no se enteraban de lo que yo explicara. Que yo tenía que seguir explicando pasara lo que pasara. Imagen espeluznante. Y enseguida me di cuenta de que en lugar de aburrido, lo que me resultaba era muy frustrante.
Esta experiencia me ha ayudado a conocerme mejor a mi misma, ya que aunque sabía que me quería dedicar a la enseñanza, no pensaba que para mi fuera tan importante el concepto de educación, tanto como para dejar un trabajo de profesora que era mi máxima aspiración -lo que resulta bastante paradójico. Ahora mi máxima aspiración es ser profesora en un centro público. Y supongo que seguiré evolucionando, y exigiendome más y más. Pero de momento, me contento con ir definiéndome a mi misma, que no es poco. ¿Cómo quiero que sean las escuelas públicas? Porque yo también participaré en sus características.
¿Cómo queremos que sean las escuelas? Responder a esta pregunta es algo que deberíamos intentar hacer todos los que aspiremos a mejorar el sistema educativo, desde la aportación de un padre, de un profesor, de un director, o del mismo ministro de educación. Todos participamos en esto, por lo que todos deberíamos tener al menos un ideal que perseguir, y sería deseable que nuestros ideales fueran parecidos.
Para finalizar este artículo, os contaré una experiencia. Cuando hice el curso de capacitació, un día nuestra profesora de valenciano nos dejó que habláramos de nuestras inquietudes (en valenciano, obviamente), para que nos soltáramos. Entonces, entre otras intervenciones, una maestra de música que trabajaba en un centro concertado nos contó su experiencia. No faltaron comentarios y preguntas al respecto.
Para empezar, en su centro los profesores de todas las asignaturas colaboraban entre sí, pero lo que aún es más sorprendente, igual les tocaba impartir aspectos de su asignatura, que trabajar objetivos de otra especialidad. Como consecuencia de ello, los alumnos no sabían cuándo estaban en una u otra asignatura. Simplemente, los profesores iban rotando, y ellos iban aprendiendo cosas de unos y de otros. Todos trabajaban en una serie de proyectos que giraban en torno a unos pocos temas centrales que se trataban a lo largo de todo curso. Así, cuando el profesor de historia trabajaba el Renacimiento, el maestro de ciencias preparaba actividades sobre Newton y la caída libre y en lengua, valenciano y en inglés leían trabajaban con textos que luego utilizaban en ciencia o en historia. Los alumnos trabajaban con fichas, carpetas, rincones, libros de lectura, Internet,… y no tenían libros de texto. Tenían libros de lectura y otros libros y enciclopedias de consulta. Nos contó que si una maestra tenía que salir un momento del aula, lo hacía con total seguridad, porque los alumnos trabajaban en grupos desde muy pequeños, de forma que estaban entrenados en cómo proceder y cuando volvía al aula ellos seguían discutiendo sobre el trabajo y colaborando. Los alumnos percibían continuidad entre el trabajo que hacían con los distintos profesores, porque cuando había un cambio de profesor, continuaban con lo que estaban haciendo y los deberes que habían para casa no sabían si eran de matemáticas o de lenguaje, ni se lo planteaban, porque las actividades eran tanto de cálculo como de redacción, de ciencias como de historia: estaban todas las materias integradas en el proyecto. A los padres se les hacía ir a la escuela con frecuencia, no sólo para informarles, sino para que participaran: los padres podían proponer actividades; se les daban «deberes»; y se les preguntaba cómo les había ido en casa, ya que se les hacía participar en los aprendizajes de sus hijos. Estaban informados de que en los deberes para casa solía haber alguna actividad en la que había que utilizar Internet, y era su «deber» vigilar el uso que sus hijos hicieran de Internet y comprobar que utilizaran correctamente las herramientas. Según nos contó, prácticamente no habían suspensos. Claro que a nadie le sorprendió este resultado.
En la clase enseguida hubo un alboroto, y todos los compañeros, prácticamente sin excepción, comentaron que se trataba de un caso ideal, y que sólo era posible porque era un centro privado. Los medios de sus centros eran insuficientes; con los compañeros interinos que vienen y van no se puede hacer nada; hay padres que nunca acuden a las reuniones; los alumnos en mi centro no quieren aprender… todos tenían algo que objetar para decir: «eso en mi centro sería imposible».
Bueno, pues hagamos que sea posible. Cambiemos lo que no nos permite avanzar. ¿Qué necesitaríamos en la escuela pública para conseguir que pueda existir un centro como el de esta compañera? ¿Qué necesitamos para poder tener una educación de calidad? ¿Qué debemos cambiar para conseguirlo?
Seguro que hay muchas respuestas para estas preguntas, y todas son necesarias. Los requisitos más inmediatos, en cuanto a los centros y a los profesores, que personalmente veo necesarios son:
- Centros equipados de suficientes equipos informáticos y laboratorios de experimentación. Esto por desgracia no es una realidad en todos los centros de España. (Y podríamos hablar de lo que ha pasado con los portátiles en la Comunidad Valenciana, y abrir un debate sobre qué competencias tienen las comunidades. Desde luego, lo que nunca debería ocurrir es que cuando las comunidades y el estado estén dirigidos por partidos políticos diferentes, los ciudadanos salgamos perdiendo, y menos en temas de educación o sanidad. Si para ello hace falta restringir las competencias de las comunidades, que así sea.)
- Grupos reducidos, con un máximo de 20 alumnos. Como esto significa más profesores y por lo tanto mayor gasto público, esto es algo que la administración siempre ha considerado secundario, pero sin embargo es básico y fundamental para que los profesores puedan atender adecuadamente a las necesidades de sus alumnos.
- Profesores que sepan colaborar entre ellos. Por lo que dijeron aquel día, muchos de los profesores no quieren ni saben colaborar ni siquiera con los compañeros de su propio departamento. Pero no debería ser una opción a elegir, sino al contrario, debería ser una capacidad demostrada. Este tipo de formación debería estar entre los objetivos del nuevo máster que sustituye al antiguo CAP.
- Los profesores deberían poder conocer lo que se hace en otros centros del extranjero con mayor facilidad. Con el uso de Internet, el intercambio de experiencias y la comunicación entre distintos países es algo instantáneo. Pero no olvidemos que esto implica el dominio de otras lenguas, fundamentalmente del inglés, y de las plataformas de e-learning. Además, los profesores deberían tener facilidades económicas y administrativas para realizar estancias en centros extranjeros con los que hayan establecido contacto, y con los que estén interesados en colaborar.
- Mayor número de jornadas de educación, por especialidades y ámbitos, patrocinadas por el ministerio y por las comunidades autónomas, de intercambio de experiencias educativas, y de talleres. Personalmente he aprendido mucho más asistiendo a las Jornadas sobre la Enseñanza de la Física y la Química de Madrid, y conociendo a los profesores que asistían y a los ponentes, que en todos los cursillos de formación para el profesorado juntos que he realizado, y ya van unos cuantos. Estas jornadas tienen un precio de asistencia más que razonable, que además incluye los cafés y la visita al Museo Cosmocaixa. Son un verdadero bombón. Pero no todas son así. Creo que los profesores deberían estar invitados a formarse, porque de su formación y de su intercambio de experiencias depende la formación de sus alumnos. ¿Queremos una formación de calidad? Pues los profesores tienen que formarse como parte de su trabajo, y también dar formación a otros docentes compartiendo sus experiencias y conocimientos para que se retroalimente la red, para ser eficientes como sistema educativo, y el gobierno debe facilitarles esta tarea haciendo que como poco este tipo de asistencias sea gratuita. Algunas, como la que se celebró en Valencia, costaba 140 euros con suerte. Esto, para una profesora interina que esté en bolsa y tenga una hipoteca y familiares a su cargo, y viva fuera de Valencia, es sencillamente inalcanzable, y si encima no tienes porqué ir a ningún evento de este tipo, se convierte en impensable. Pues al contrario: debería ser posible y deseable. Por todo esto, yo voy más allá: pienso que todos los docentes de la escuela pública deberíamos estar obligados a asistir a unas jornadas al menos una vez al año, y además, se nos debería pagar a nosotros por asistir y no al contrario, ya que como he dicho, debería ser parte de nuestro trabajo. Aunque fueran 60 míseros euros, por lo menos podrías pagarte el tren. Por supuesto, a los ponentes se les pagaría más, lo que supongo que ya viene siendo una realidad.
Sólo con alcanzar estos cuatro objetivos, cuánto cambiarían las cosas. Bueno, espero que me contraargumentéis algo. Será un placer leer vuestras opiniones y comentarios, para poder seguir ampliando y mejorando esta Wish List.
Gran entrada. Realmente estoy deseando que te den la plaza para que empieces a dar clases cuanto antes 😛
A mí la propuesta de Roger Schank también me pareció demasiado radical. Eliminar las escuelas funcionaría si todos los padres tuvieran un nivel de educación alto y pudieran encargarse de sus hijos y responderles a las preguntas que éstos hagan. Pero para conseguir esto se necesita crear generaciones bien educadas ahora que puedan realizar esta tarea cuando tengan hijos. Por tanto cerrar las escuelas es imposible actualmente, y en un futuro aún lo veo bastante impracticable.
Como dices, lo que hay que hacer es cambiar la forma de enseñar. Y todas las ideas que planteas me parecen muy buenas. Me encantaría ver una entrada cuando ya lleves meses (o por ejemplo un curso) en la enseñanza pública, en la que comentases los resultados que has obtenido 🙂
Un saludo!
Me gustaMe gusta
Yo también veo la postura de Roger Schank demasiado radical. Yo creo que primero habría que poner en el Gobierno a alguien que se preocupe realmente por la educación, y cambiar las escuela, antes de dar todo el sistema por perdido y quitar las escuelas.
Como decías hace unos días en un twitteo: habría que poner como ministro de Educación a alguien que haya sido docente y sepa cómo está la situación. Además que lo del problema de la socialización para los que aprenden en casa lo veo bastante importante.
Respecto a los últimos puntos:
El máximo de 20 alumnos me parece muy importante. Por experiencia personal (en mi clase eramos unas 25 personas para asignaturas comunes, 8 para las de modalidad), el estar menos alumnos facilita mucho la tarea al profesor, nosotros (los alumnos) estamos más atentos, luego comprendemos mejor las cosas, y permite hacer más tareas de grupo (para hacer presentaciones, por ejemplo, en un par de días habíamos presentado todos).
El uso de equipos informáticos me parece muy importante. Se debería enseñar también como manejar los propios equipos, porque eso es algo que vas a usar durante toda tu vida, y si se enseña a utilizar el ordenador correctamente, llevamos mucho terreno ganado. Me refiero a esto, porque conozco a bastante gente de mi edad (19 años) que saben usar el ordenador para mirar Feisbú y Tuenti, pero no saben ni pasar el antivirus. Y claro, no digo que esté mal, pero así no se le saca todo el jugo y provecho a la tecnología.
Lo de experimentación, a mí me hace gracia, porque en las películas americanas siempre sale la escena de la clase que va a diseccionar una rana, o que hacen algunas mezclas en clase de química… y siempre me da una envidia tremenda.
El involucrar a los padres en la educación lo encuentro imprescindible. Puedes ser muy buen profesor, pero si luego en casa no tienes un buen modelo, apaga y vámonos. Lamentablemente, no todos los padres se involucran. No es mi caso: desde aquí les doy las gracias a mis padres ;). Que por cierto, ambos son profesores.
Lo siento, pero se me ha ido un poco la mano con el comentario y me ha salido largo :D.
Me gustaMe gusta
Querida Aida,
sin duda darte la razón, y compartir contigo mi alegría de que haya docentes que como tú reflexionan y proponen en la dirección de la «evolución», como tú misma indicas.
Por otro lado, el primero de nuestros defectos en los centros, es no tener conciencia colectiva. El individualismo con el que se trabaja no es adecuado, podemos estar un año en un centro, impartiendo cualquier asignatura, sin que nadie, profesorado sobre todo, se pregunte qué hacemos.
La mejora se iniciará cuando el colectivo docente, se vea como parte de un todo, como un elemento de la cadena, básicamente trabajo en equipo, objetivos comunes…
Bueno, un saludo
Me gustaMe gusta
Hola Aida,
Claro que tienes toda la razón. El día en que retomemos metodologías distintas, cambiará considerablemente la calidad educativa. El trabajo por proyectos es algo que se lleva haciendo en la Educación Infantil durante mucho tiempo que hacen trabajar todo a la vez pero el profesorado sabe perfectamente lo que están enseñando (y también consiguen involucrar a las familias, y es en centros públicos).
Parece que como ya es Infantil, esas metodologías no se pueden utilizar con los jóvenes, lo cual es un gran error puesto que lejos de enseñar desde la distancia y dar al alumno un papel pasivo, meramente receptivo, es el alumno un agente más, trabaja en grupo, se le enseña responsabilidad, esfuerzo, el aprender a aprender,…en fin todo eso que se vienen a llamar ahora competencias y que parecen lo último (cuando en mi opinión, no es más que el retomar algo que ya se estaba olvidando).
Por supuesto que esta forma de trabajar es bastante difícil pues implica el trabajo de varios profesonales,el aportar ideas, el buscar experiencias motivadoras, pero no imposible.
Ya estamos dando el primer paso que es la inquietud, vamos a seguir andando.
Un saludo.
Me gustaMe gusta