Valiente pregunta la que se hicieron esta tarde en el programa Milenium del canal 33. El resumen del programa explica:
Dijous passat, el món va celebrar el bicentenari del naixement de Charles Darwin, autor entre d’altres estudis de L’origen de les espècies. L’equip del Millennium es vol sumar als molts actes que es fan arreu dedicant un programa al creador de la teoria de l’evolució. Per fer-ho, entrevistarem Jaume Terradas, professor emèrit de la UAB i traductor de l’autobiografia no censurada de Darwin, i Jaume Josa, professor d’història de la biologia de la UB i autor d’una de les bibliografies més extenses sobre el científic.
Al debat, Ramon Maria Nogués (professor d’antropologia biològica a la UAB) i Jaume Bertranpetit (catedràtic de biologia de l’UPF) discutiran sobre la vigència del llegat de Darwin i les envestides dels creacionistes. Finalment, recuperarem amb Mercè Piqueras (presidenta de l’Associació Catalana de Comunicació Científica) la figura més desconeguda d’Emma Darwin, la dona de Charles Darwin.
De modo que en la mesa del programa habían dos científicos, uno cristiano y otro ateo. Es un debate que creo que deberían ver los estudiantes de ciencias, e incluso plantearse ellos mismos tener. ¿Qué significa ser darwinista? ¿Porqué el hombre necesita a Dios? Son dos preguntas totalmente diferentes, y necesariamente previas a la pregunta que el presentador planteaba para iniciar la tertulia ¿Se puede ser darwinista y católico?
Para saber qué es ser darwinista habría que leer la biografía de Charles Darwin, para saber no sólo qué aportó a la ciencia si no también cómo observaba y sentía el mundo en el que vivimos. Con motivo del bicentenario del nacimiento de Darwin, muchos medios de comunicación han recordado la obra de este gran científico y la revista Mètode de la Universidad de Valencia ha dedicado su último número a la biografía de este científico. Estoy segura de que cada persona siente y por tanto percibe el mundo de forma distinta. ¿Qué pensaba Darwin a cerca de la formación del mundo, del Universo, de la vida y de la existencia del hombre? Lo que responda a esta pregunta será lo que defina el ser darwinista. Y es por esto que Darwin dio paso a una de esas revoluciones científicas que Thomas Kuhn definió en su libro, y es que dio paso a una nueva forma de interpretar el mundo.
Una asociación darwinista, «The British Humanist Association» levantó recientemente una gran polémica al ser los primeros en hacer publicidad atea. En tan sólo un par de autobuses en un par de capitales, incluida Barcelona (a la que pertenece la imagen de esta entrada), se podía leer «Probablemente Dios no exista. Deja de preocuparte y disfruta de la vida«. Sin embargo, este mensaje ha dado la vuelta al mundo. ¿Qué mensaje transmite este lema? Muchos católicos se han sentido ofendidos, e incluso en el País una columnista que se considera agnóstica afirma que este mensaje anima a la gente a no ser responsables, a no preocuparse por las consecuencias de sus actos.
En mi opinión, un darwinista se siente (porque es un modo de vida, una manera de sentir el mundo) responsable de sus conclusiones, no sería capaz de decir a la torera «Dios existe» o «Dios no existe». Darwin fue en numerosas ocasiones preguntado, en realidad atormentado, y siempre dijo ser agnóstico. En aquella época reconocerse ateo era insultar a la mayor parte de la sociedad, incluyendo a su mujer, una fiel cristiana. Darwin utilizaba la palabra agnóstico y la justificaba diciendo que él no tenía suficiente información para negar la existencia de Dios, pero que tampoco la utilizaba para explicar el mundo en el que vivimos. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta ¿Para qué necesitamos a Dios las personas? Yo pienso que las personas se sienten solas (yo misma me siento sola en numerosas ocasiones) y necesitan dar explicación al mundo, darle un sentido a su existencia, sentirse protegidas, encontrar un rumbo a su vida. Cuando le he preguntado a un creyente (a mi familia, a mis amigos) qué te aporta Dios, para qué le necesitas, me han respondido: «Dios me acompaña», «Dios me da seguridad, me hace sentir protegida», «Dios me da fuerzas» o incluso me han preguntado «Sin Dios, qué sentido tendría la vida». Incluso, mucha gente utiliza a Dios para salir de una drogadicción con éxito.¿Qué puede haber de malo en ello? Yo no sería capaz de discutirlo, y aplaudo la valentía y la fuerza de voluntad de los que lo consiguen, sea creyendo en el Dios que sea para tal fin. Pero preferiría que lo hicieran encontrando ese apoyo en si mismos, creyendo en su propia fuerza, creyendo en su capacidad de cambio, y otorgándose a si mismos la medalla moral de la victoria – que realmente la merecen.
Las personas necesitamos darle sentido a la vida, sentirnos acompañados y dejar de tener miedo: miedo a la enfermedad, a las desgracias naturales a las que estamos expuestos y por supuesto a la muerte. Es muy humano sentir todo esto. Y por eso se explica que aún habiendo tanta información al alcance de la gente, aún entre gente con estudios, entre gente erudita, catedráticos de Universidad e investigadores, aún mucha gente necesite creer en Dios. El mismo Einstein estaba dispuesto a deshacerse de sus hallazgos científicos por no traicionar la idea del funcionamiento del Universo que él tenía, con su famosa frase «Dios no juega a los dados» (a la que Niels Bohr le contestó «Einstein, deja de decirle a Dios lo que debe hacer«). Para que las personas dejen de creer en entidades divinas y empiecen a ver el mundo con los ojos de Darwin, desde una perspectiva científica, crítica y ausente de toda fé (Conjunto de creencias de una religión), con la única herramienta de la razón y la observación, debe dejar de sentirse solo y debe dejar de tener miedo a la incertidumbre (algo a lo que todo físico ha de acostumbrarse) y ha de afrontar su final, su muerte. Quizá esta última parte sea la más dura y la más difícil. La muerte es parte de la vida, algo intrínseco que toda vida lleva asociado por el hecho de ser vida. No hemos de temer a la muerte, hemos de aceptarla como algo natural. Disfrutar de la vida mientras la tengamos no debe ser un mensaje negativo. Debe ser el mensaje optimista de quien anima a no temer a la muerte. Yo perdí a una gran amiga cuando las dos teníamos 24 años. Habíamos estado juntas, como hermanas, desde siempre. Vivíamos en un pueblo veraniego, que en invierno se quedaba desierto, e íbamos juntas a clase, estábamos siempre en casa la una de la otra, siempre juntas. Y lloré mucho cuando la perdí. Incluso grité, con desesperación. Casi todas las semanas me acuerdo de ella, aunque han pasado ya 4 años, todavía pienso que es una pena que no tuviera hijos, porque la recuerdo deseando tener uno, y me da mucha pena no poder compartir mi vida con ella, pero también es cierto que su muerte me ha ayudado mucho a valorar la mía. Yo no creo que ella se haya reencarnado, ni que esté en otro sitio. Creo que sus células se descompusieron, y que su energía bioquímica se liberó en forma de calor. Sus átomos están en nuestro planeta, en otros organismos o en forma de cenizas inertes, pero vinieron desde las estrellas. Y no sé dónde irán. Conocemos el pasado y el presente, pero no el futuro. Es parte de la magia de este Universo. Es la oportunidad del cambio. Aún hay mucho por venir… muchas vidas, mucha miseria, mucha hambre, muchas guerras, el hombre debe aprender a sobrevivir, a no temer, a respetarse, a utilizar la ciencia como herramienta para algo más que aumentar nuestro desarrollo tecnológico -que ni mucho menos menosprecio. Hasta que el hombre no sepa ver el mundo con los ojos de Darwin, no racionalice sus miedos y no crea en si mismo, seguirá dejando su destino en manos de un ser divino, llámese Alá, Jehová, etc. y habrán más razones por las que enemistarse, montar guerras o hacer terrorismo. Sin un Dios al que poner de escusa, algunos dirigentes políticos pueden seguir encontrando razones por las que montar una guerra, ¿pero cuántos civiles la aguantarían? ¿Y cuántos querrían ser soldados? ¿cuántos perderían su vida y las vidas de sus hijos, sin creer en un paraíso eterno o en una vida mejor después de la muerte? Yo creo que las guerras durarían poco, porque serían muchos los que querrían la paz. Y la unión hace la fuerza, del mismo modo que los microscópicos pelos de las patas de las lagartijas les permiten adherirse a los techos más pulidos (¡únicamente mediante fuerzas de Van der Waals!). Aunque quizá esto sólo sea la opinión de una persona optimista que quiere ser darwinista.
Os dejo con un número de la revista The Lancet dedicada a Darwin: «Darwin’s gifts» de 113 páginas (con una ilustración preciosa). Me hubiera gustado daros el de la revista Mètode, pero no está disponible online.