El barco y el ecosistema, un cuento inconcluso sobre la educación pública


Hubo un barco que navegaba arrastrado por la energía de una burbuja. Una burbuja que daba energía al barco cuanto más se inflaba y se inflaba. -¿Cómo puede dar energía algo que se infla? Consumiendo, quitándole energía a otros sistemas. Pero esta es la historia de otro cuento.- Un día la burbuja que lo sostenía rebentó, y el barco comenzó a hundirse.

Los tripulantes que nunca quisieron a la burbuja en el barco quieren seguir como estaban: «que se encarguen de la energía quienes inflaron la burbuja», dicen. Ellos disfrutaron de la energía de la burbuja, pero no se sienten responsables de que el barco se hunda. No hay unidad entre los tripulantes del barco, ni tampoco hay cooperación. Para subirse al barco nunca necesitaron cooperar, ni preocuparse por los demás: sólo tuvieron que competir.

El barco siempre ha albergado vida, su ecosistema evolucionó mientras la burbuja crecía. Ahora el ecosistema tiene especies en peligro de extinción, las instituciones públicas. Todo el ecosistema debe reaccionar para que puedan seguir existiendo. Al menos, la comunidad a la que pertenecen estas especies debe luchar por su existencia, son sus comunidades las que recogen sus frutos. Pero estas especies no dan energía de forma inmediata al barco: sus frutos necesitan años para crecer y madurar.

¿Cuidará el ecosistema de estas especies o las dejará morir para poder encontrar energía a corto plazo? ¿Cómo reaccionarán los individuos de estas especies para poder sobrevivir? ¿Qué harán sus comunidades por ellas? Si no sobreviven, ¿qué otras especies las reemplazarán para dar los frutos que necesitan las comunidades del barco? Sólo algo es seguro: una especie que se extingue nunca volverá a nacer. Cada especie y cada individuo son únicos, pertenecen a un tiempo y un espacio dado dentro de un ecosistema. Y todos los ecosistemas evolucionan, la única certeza que tenemos es que nada es para siempre.

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